20/5/08

El rastro de los ojos rojos.


En la mañana las cosas son diferentes, hay un pequeño descontrol que se alivia al sentir la brisa al pasar la puerta de la perdición. De ahí en adelante todo es calma, aveces. El pensamiento obsesivo, la maligna oscuridad quiere apoderarse de mí, pero no lo logra.
Afuera de la perdición todo es posible, un mundo mucho mejor, más agradable, en donde dejo mis sueños volar, perderse en una senda infinita y permanecer ahí hasta que llega el momento de volver a lo mismo, al infierno, a la inestabilidad, a las cuatro paredes infernales, a la ansiedad must die, a la lucha del día a día que se hace imposible llevar.
La simplicidad de otro lugar se lleva mis sentidos, llegan al cielo, y siguen subiendo, llegan a la luna, y en un abrir y cerrar los ojos todo vuelve a ser el mismo mundo complicado que no puede ser simple jamás, el mundo que cada uno hace complicado, el mundo del intercambio de dolor, de daño, que hasta aveces ya ni duele, el mundo donde llueve sangre, donde sólo las miradas son rojas, ojos rojos por todos lados, nudillos rojos, voces desgastadas, personas cansadas, sin fuerza, desgastamiento del cuerpo y un sin fin de pensamientos vagos sin rumbo, sin saber dónde nacieron ni dónde deben parar.

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